En la era de la inmediatez, la música urbana y el reggaeton no solo dominan las listas de éxitos, sino que también están al centro de una te...
En la era de la inmediatez, la música urbana y el reggaeton no solo dominan las listas de éxitos, sino que también están al centro de una tendencia preocupante: el consumismo desenfrenado que rodea cada nuevo lanzamiento. No es raro ver cómo, minutos después de que un álbum salga a plataformas, las redes sociales se inundan de opiniones extremas, calificando proyectos como "perfectos" o "el álbum del año". Pero, ¿realmente nos estamos tomando el tiempo para escuchar y digerir lo que los artistas nos ofrecen? O, más bien, ¿estamos atrapados en un ciclo de hype innecesario que desvaloriza la música?
Un ejemplo de ello que ilustra este fenómeno lo podemos ver en las redes, con las opiniones vertidas por los oyentes apenas minutos de salir un álbum. Un usuario calificaba un disco recién lanzado como “perfecto” apenas 14 minutos después de haber terminado su primera escucha. Esta reflexión nos lleva a un problema más profundo: el culto a la inmediatez que nos impulsa a tener una opinión y compartirla casi al instante, sin apenas tiempo para procesar.
La creación de hype o expectativa alrededor de cada nuevo álbum es parte de la estrategia de marketing, pero está llevando a un ritmo de consumo que puede ser perjudicial, no solo para los oyentes, sino también para los propios artistas. Muchos músicos, según han expresado algunos, no están contentos con cómo se trivializa su trabajo tan rápido.
Este ciclo de sobreexposición y consumismo instantáneo afecta la percepción de la música. Lo que antes requería varias escuchas, tiempo para analizar y discutir, hoy queda reducido a un meme o una opinión apresurada. La presión de tener que escuchar un álbum inmediatamente y compartir una opinión definitiva solo unos minutos después de su lanzamiento es insostenible y acaba desvirtuando la experiencia musical.
Los artistas no solo pierden el control de la narrativa que quieren construir con sus proyectos, sino que ven cómo se diluye la profundidad de su trabajo en un mar de superficialidad y urgencia. Los oyentes, por su parte, ya no disfrutan de la música como un arte que debe apreciarse con calma, sino como un producto más del que deben opinar cuanto antes, por miedo a quedarse fuera de la conversación.
La pregunta es: ¿cómo podemos romper este ciclo? Quizá la respuesta esté en devolver a la música su espacio y tiempo, dándonos permiso para digerirla sin prisa y sin caer en la trampa del hype. Al fin y al cabo, la música es mucho más que el ruido de la inmediatez; es una forma de arte que merece ser escuchada, sentida y, sobre todo, valorada.
El lado oscuro del hype: cuando las expectativas generan odio injustificado
El fenómeno del hype no solo trae consigo elogios apresurados, sino también críticas desmesuradas. Un ejemplo reciente que ilustra este desequilibrio es el lanzamiento de "Duro", la canción con la que Quevedo regresó tras un año de descanso. Aunque es cierto que el tema explora un género algo diferente a lo que suele hacer el artista canario, la expectativa generada fue tan alta que para muchos terminó en decepción. Pero ¿realmente se trata de un mal tema o es el hype quien traiciona las expectativas?
La crítica que "Duro" ha recibido en redes se ha centrado en la repetición del estribillo, donde Quevedo repite la palabra "duro" una y otra vez: "A darle duro, duro, duro, duro, duro, duro, duro, duro, duro, duro, duro, ey". El hate no tardó en aparecer. "Qué descafeinado ha quedado el regreso de Quevedo", "Se ha pasado meses creando hype para luego sacar esto", eran algunos de los comentarios más suaves que circulaban en redes como X. Sin embargo, si comparamos esta crítica con canciones de otros artistas, como "Work" de Rihanna, que repite de manera similar la palabra "work" en su estribillo, el trato es claramente distinto. En el caso de Rihanna, nunca fue objeto de este tipo de burlas o críticas feroces, quizá por ser otra época, por el hecho de cantar en inglés o, sencillamente, porque el hype no había generado expectativas tan extremas.
Este doble rasero también refleja una tendencia preocupante: los artistas se ven obligados a satisfacer las demandas casi imposibles de sus seguidores, mientras que el público, impaciente por escuchar el próximo "gran éxito", se vuelve cada vez más crítico y exigente, a veces de manera injustificada. Como bien señala la prensa, “No es la mejor canción de Quevedo, pero es muy armónica, pegadiza y mejora cada vez que la escuchas. Va a pegar mucho”. Al final, puede que el hate sea solo una reacción impulsiva de un público que esperaba algo más, pero que no está dispuesto a darle tiempo a la música para crecer en ellos.
El caso de Quevedo no es único. El hype desmesurado pone a los artistas en una posición complicada, donde no solo tienen que cumplir con las expectativas, sino también lidiar con el hate cuando esas expectativas no se alinean con lo que finalmente ofrecen.
Este fenómeno plantea una reflexión: ¿realmente estamos escuchando la música o simplemente reaccionando al hype? Al igual que con el elogio apresurado, el hate injustificado no beneficia a los artistas, sino que alimenta una dinámica de consumo superficial y apresurada que desvirtúa el arte. La música necesita tiempo para madurar, para ser apreciada y comprendida. Sin embargo, en esta era de inmediatez, estamos más centrados en ser los primeros en opinar, ya sea para alabar o criticar, que en realmente disfrutar de lo que escuchamos.
![[feature] Consumismo música urbana Consumismo música urbana](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjj8owl21xKWv6DYJ8XXuWyjjMRQQxf-c837-4Qi2PgQtZsH9-KwzelLpumPRZVDnhf5TfiWiBjo3jXQxDrs1JUlK8F7S65AGQhAlbB8xjynlya5c0J92ICppKjkW343Nr4GdNcmMuC5qrn91nV2MAK8ZiS-XGvHzXiOYZRtoLafao0faQCJdSk-vNSrwg/w640-h426/consumismo-musica.jpg)
COMENTARIOS